Adicciones

Ok, tengo problemas,
debo admitirlo...
salsa wasabi...
como todo, empecé probándola alguna que otra vez ocasionalmente, en circunstancias especiales y libertinas solamente, pero acá, en Europa, quizás por el aburrimiento del exilio, decidí comprarla una vez, acá cerca, en un pequeño mercadito de chinos, me mataba, casi un dolor agudo en el lóbulo parietal, pero me encantaba, empezaba a usar mucho, ya era directamente comer wasabi con pan.
A las noches después de la cena no me dejaba dormir, como un escuerzo, todo inflado, me tiraba en la cama de costado con el estomago destrozado, me retorcia hasta dormirme, pero esto no me detenía, mathilde empezó a preocuparse, me prohibió, no resultó, me la escondió, tampoco resultó, y finalmente la tiró, no importaba ya, escapaba en medio de la noche a place de la victoire, a la cortada del restaurante japonés, y le compraba al cocinero una mucho más fuerte que traía de japón.
Transpiraba sin parar y tenia los ojos irritados, pero necesitaba ese flechazo directo al cerebro, salia de casa con cualquier excusa con el pequeño pomo de picante escondido en mi campera, me escondía debajo de escaleras de casas vecinas para saborearla en secreto.
Finalmente mathilde sospechó, me besaba cada vez que llegaba para constatar si había algún picor extraño en mi lengua, se que no esta bien, trato de mantenerme alejado ahora, a la siesta suelo desesperarme de ansiedad pero lo voy manejando bien creo, aún así tengo que reconocerlo, es infernal la atracción de ese verde manzana furioso, hipnotiza...